Ahora también Portugal
ha cambiado.
En Guimarães,
el pregonero dijoque todos los libros y las filacterias
tenían que entregarse
en la sinagoga de Lisboa
so pena de muerte.
Escuchamos,
y me quedé temblando.
Antes de llegar a la ciudad,
enterré los manuscritos –mis últimas memorias de España-
bajo las raíces
de un olivo.
Esta mañana, un hombre
al que habían golpeadocon una correa
por no entregar
un libro de oraciones
fue pateado en el suelo
y llevado a la cárcel.Aquí, en el patio
de la sinagoga mayor,
ninguno de nosotros sabe
qué pasará después
Autora: Jennifer Barber, Universidad de Suffolk (original en inglés)
Traducción al español: Jesús Jambrina, Viterbo University